Durante mi vida personal y profesional he participado en cientos de reuniones. Unas más formales que otras.
Escuchar, luego hablar
Al principio, solo hablaba, el discurso que soltaba, era el parloteo constante que tenía en mi mente. Lo que el resto de participantes tuviera que decir quedaba asimilado de manera residual, yo, iluso de mi, creía que había quedado claro lo que el resto de participantes en la reunión nos habían expuesto.
Si hablas no escuchas.
Si escuchas no hablas.
Con el paso del tiempo, me he dado cuenta sin apenas esfuerzo, de dos cosas:
- Cuánto más hablas más se deprecia lo que dices, palabra a palabra.
2.Cuánto más he hablado en esas reuniones, más interpretaciones subjetivas he sacado de esas conversaciones y menos entendía lo que realmente necesitaba o quería el cliente.
En las dos últimas reuniones a las que he asistido, una a nivel personal, la otra a nivel profesional, había dos puntos en común:
- Primero había que escuchar al cliente para saber realmente qué necesitaba y a los profesionales en la reunión personal.
- Al contrario de lo que he expuesto en el punto anterior, siempre hubo un interlocutor que empezó a hablar. En realidad, contestando sobre algo que todavía no se había expuesto.. Es decir, hablando a ciegas.
En la reunión profesional, lo que debería haber sido lo más importante, escuchar al cliente para saber exactamente lo que quería, lo que necesitaba, pasó a ser secundario. Lo importante era que vieran lo que hacemos y cómo lo hacemos.
No digo que eso no fuera importante, que lo es, lo que estoy discutiendo es sí realmente eso es lo primero que se debe hacer. Desde mi punto de vista lo más importante, es escuchar lo que el cliente tiene que decirnos, después , hacer la presentación de la empresa, entre otras cosas.
Cuestión de prioridades
Durante el tiempo que se hizo la presentación, me mantuve callado, mi empresa la conozco de sobra, quiero saber lo que necesita el cliente, centrarme en eso, solo en eso, y ahí es cuando hablo.
En la reunión personal, una mesa redonda de tamaño medio sin un solo hueco libre. Los profesionales con los portátiles abiertos, los dos que no lo éramos, uno abre un portátil, el otro, yo, solo dispuesto a escuchar y a hablar solo cuando lo creo necesario, cuando considero que es útil, para mi y para el resto de los allí convocados.
Aún sabiendo que había cinco profesionales que tenían que hablar para saber qué pasaba y dónde estábamos, mi acompañante comenzó a hablar previamente durante mucho tiempo.
En esa reunión hablamos de muchas cosas, una de ellas fue la madurez, madurez que se presupone a personas ya adultas y que muchas veces no tenemos.
Madurez, también es deja que hablen primero, no solo por educación, también para saber si debes hablar, cuando y sobre qué.
Primero escucha, después habla.
No pretendo juzgar a nadie, soy el primero que comete torpezas, el primero que comete errores.
Es solo que me extraña que me rodeo a menudo de personas muy bien formadas, que se supone que son profesionales y que estas personas no caigan en cosas tan básicas y tan de sentido común, me choca.
De hecho, creo sinceramente, que es uno de los principales errores que se cometen en el mundo empresarial, familiar y diplomático.
Sales pensando que quizá tu país se vea involucrado en una guerra comercial, solo porque has ido a esa reunión de alto nivel haciendo caso al parloteo previo de tu cabeza, o peor de todo, al de tu superior y te has metido en ese parloteo sin escuchar.
No nos pagan por lo que hablamos, nos pagan por hablar cuando tenemos que hablar, y cuando tenemos que escuchar y callar.
Cuando le pido a mi hijo que me haga una redacción, le pido que me la haga sobre el contenido de un libro, no sobre lo que el piensa o cree de lo que va ese libro. El libro habla, el escucha y solo escribe cuando tiene claro lo que ha leído.
Escuchar, escuchar.
Escuchar. Y luego, hablar.
1 comentario en “Porque no hablo cuando los demás sí lo hacen.”
Que razón tienes Pablo, me encanta el artículo